Érase una vez un elefante llamado Sebastián que solía
coger sol todos los días en su hermosa
tumbona.
Cada día nada más
llegar del trabajo cogía su tumbona, su bañador y sus gafas de sol y podía
estar echado en la tumbona toda la tarde. Vivía en un paraíso donde el sol se
ponía todos los días, nunca llovía, nunca se oía el murmullo del viento, el sol
y el calor era lo que imperaba en ese lugar.
Un buen día Sebastián derrotado del trabajo se dispuso a
echarse en la tumbona como de costumbre y de repente oyó un ruido extraño e
inquietante.
Sebastián se levantó de su tumbona estupefacto y no se podía
creer lo que estaba viendo.
Era una pantera que había llegado a ese lugar, calurosa, desorientada
y en busca de ayuda.
Sebastián no lo pensó dos veces y fue corriendo a la orilla
del rio para ayudarla. Una vez allí Sebastián le preguntó: ¿Te encuentras bien?
la pantera asustada solo abrió la boca para decirle ¡¡ Ala, que trompa más grande!!
Sebastián insistió: ¿Te encuentras bien? Al ver que no
respondía decidió llenar su trompa de agua, y bañó a la pantera de arriba abajo.
La pantera empapada era lo que iba buscando y se lo
agradeció. Me llamo Celia, me he perdido
y estoy lejos de casa.
Sebastián le respondió: ¿Y cómo es que has llegado hasta
aquí?
Celia le respondió: Me he enfadado con mi familia, sobre
todo con mi padre, he ido a un sitio prohibido
y no veas la que me han montado. Me he escapado por la noche y he
llegado hasta aquí sedienta y con mucho calor.
Sebastián tenía claro que debía de ayudarla pero para él era
difícil, nunca había conocido a nadie ni
ayudado a alguien, su tumbona y los rayos del sol eran sus inseparables
compañeros.
Sebastián no sabía muy bien lo que hacer, estaba confuso, y
al final le dijo a Celia que fuera en línea recta hasta un bosque, allí
encontraría un refugio.
Celia desorientada, triste y cabizbaja siguió el camino que
le indicó Sebastián y desapareció de ese lugar.
Sebastián siguió en su tumbona un poco impactado por la
situación que había ocurrido con Celia y se dejó dormir… Al caer la noche,
Celia, que no se había ido de ese lugar, escondida entre unos matorrales, pasaba
la noche como podía, sin comer ni beber.
A Celia se le ocurrió una brillante idea
Quería entrar a la casa de Sebastián y ver si tenía comida y
bebida. Quería también birlarle su bonita tumbona, aunque veía que era bastante
difícil.
Y así hizo. La pantera sigilosamente entró en la casita de
Sebastián y empezó a comerse todo lo que tenía. Chuletones, carne a la brasa,
salchichas… un sinfín de manjares que Sebastián tenía para comer durante el
invierno.
Cuando Celia terminó de comer, muy sigilosa para no despertar
a Sebastián, se dispuso a quitarle su más preciada tumbona, y así hizo.
A la mañana siguiente Sebastián se levantó del suelo y vio
que no estaba su tumbona. Fue a coger algo de comida y no había nada, la vida
de Sebastián cambió para siempre. Sebastián ya no era nadie sin su tumbona.
Pasaron unos días y Sebastián decaído y triste se sentaba al
lado de un tronco y rompía a llorar cada vez que salía el sol. Sabía que tenía
que buscarse la vida para llevarse algo a la boca.
Un día, Celia, arrepentida de lo que hizo, llegó a ese lugar
y trató de hablar con Sebastián. Celia le dijo que había formado una familia
nueva en un bosque encantado y que ella había sido la responsable del robo.
Sebastián no podía creer lo que estaba escuchando pero ya le daba igual.
Fueron tantos días sin su tumbona y sin comida que se
acostumbró a sentarse al lado del tronco y a pasear por ese lugar.
Celia avergonzada por lo que había hecho, había recapacitado
y le propuso a Sebastián irse a vivir con él.
Y así hicieron Sebastián y Celia emprendieron el camino al
bosque encantado y vivieron felices.
FIN
NOTA
(Hemos hablado de las correcciones acerca del cuento entre todos y todos coincidían en que hay muchas palabras con un vocabulario complicado para los niños, el final del cuento no es el adecuado, faltaba otro personaje, no voy al meollo de la cuestión no hace tantos detalles, que no le interesa al lector)
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